Carta desde Barcelona

Te escribo ahora (primera vez en la vida que soy puntual en nuestra correspondencia) porque tengo solo un par de horas antes de volver a entrar en el ritmo del día a día, y sé que si entro no voy a poder escribir esto jamás.

Ay, ay, ay. Qué decir. Cómo decirlo. Solo puedo escribirte a vos sobre lo que fue Barcelona… creo que sos el único que lo entendería. ¡No sé ni por dónde empezar! ¡Tantas cosas! ¡Tantas sensaciones, tanta transformación, tanto, tanto!

Subestimé Barcelona, la subestimé a pleno, Tad. Saqué pasaje de un momento a otro, dije “Chau, me mando sola, quiero curtirme un poco, bancarmela”, cosas que hago sin pensar pero que siempre terminan dando resultado. No quiero estar en lo fácil, entonces me voy creando desafíos y después me las tengo que arreglar. Fuiste testigo de mi crisis de ansiedad antes de irme al aeropuerto así que sabés que lo sufro pero sentía que era una experiencia que tenía que hacer. Tenía que sentir que agarraba de las riendas a mis momentos acá en Europa, que me apoderaba de mi tiempo, de mis decisiones, que puedo hacer lo que yo quiera; no permanecer en lo cómodo. Después de probar un poco lo que fue en Londres, me quedó pendiente viajar sola.

Todo el mundo que visita a Barcelona vuelve enamorado. No hay excepción, entonces claramente yo iba a ir con sospechas: ¿por qué a todo el mundo le encanta? Debe tener algo raro. Un espejismo nunca es confiable. (¡¿Por qué soy así?! ¿Por qué tengo que darle la vuelta a todo?) Fui desconfiada, estaba lista para examinar la ciudad a fondo para encontrarle algo que hiciera ruido. Estaba preparadísima, eh, era mi misión. ¿Por qué todo el mundo flashea con este lugar, si no?

Juré que iba a ser joda loca: fiestas, drogas, descontrol las veinticuatro horas. Barcelona, el paraíso de la juventud. Quizás si me hubiera ido a un hostel habría visto más de ese lado, que no está mal, para nada, a quién no le gusta un poco de joda de vez en cuando, pero pensé que la ciudad se reduciría a eso. Que estaba preparada para deslumbrar a sus turistas con todas sus luces para desconcertarlos, y yo quería ver más allá. Siempre la sed de querer ser más que una observadora pasiva.

Pero te hice caso, mi querido Tadu, te hice caso. “Tenés que quedarte en familia”, me escribiste. Qué tierno sos. Cancelé la reserva del hostel y me puse en contacto con los chicos. Me dijiste:

“Viva el amor y viva la paz, la Casa Verdi es un icono cultural. Te conte que arman exposiciones en la casa? Ya van varias. Siendo cada uno de algun lado diferente del mundo viven conociendo gente, y alojan amigos de amigos todo el tiempo”.

Gracias por insistir. Me lo hiciste más difícil pero más fácil al mismo tiempo, también. Difícil porque, bueno. ¿En lo de quiénes me voy a estar quedando? ¿Voy a ser una carga? ¿Me voy a llevar bien? Voy a tener que fraternizar sí o sí, wah, miedo. ¿Y si no les caigo tan bien? Voy a tener que abrirme. Ansiedad. Y fácil, también, porque a fin de cuentas, como ya sabías, alojarse con Nico, Joao, More e Isa es como quedarse en familia. Yo no lo sabía, vos sí. Ya lo aprendí. Gracias. No creo que haya podido conocer la Barcelona que me mostraron ellos y sus amigos si me hubiera hospedado en otro lugar. “Casa Verdi”, al fin te conocí, después de tantas historias.

No hay lugar de Barcelona que me haya quedado por recorrer, me caminé la ciudad entera. No exagero, caminé promedio siete horas por día. Si no vuelvo más flaca o más fit es porque comí como el tuje, si no, te juro que clavo cuerpo de Jessica Alba. ¡Siete horas por día! Te lo recuerdo por si no lo leíste. Siete. Algún músculo se me habrá tenido que desarrollar, ¿no? Posta pregunto. Uno al menos.

El primer día, después de horas de recorrer, venía abrumada con todas estas sensaciones y con el cansancio, y como no tenía nadie con quien desahogarme, decidí hacerlo conmigo misma. Siempre una buena terapia, hablar con uno. Y empecé a entrar en tema y de repente me encontré expresando todo lo que quería en este viaje cortito en Barcelona en voz alta (pero no tan alta, tampoco tan loca, solo un poco, lo suficiente para que la gente me crea tierna): quiero estar abierta, quiero dejarme conmover, quiero conectar con las personas, quiero disolver las barreras, quiero dejar de tener miedo de relacionarme con el otro, quiero animarme a sentir, quiero esa adrenalina de lo que es estar vivo, quiero transformación/profundización/llámalo-como-tú-quieras, quiero que esto me pegue a flor de piel y animarme a vivirlo. Terminé adentro de la Iglesia de Santa María del Mar en el Barrio Gótico, no visitando, si no sentada en una de las butacas murmurando estas cosas, mi forma de rezo particular. Y ahora que te lo escribo y lo recuerdo me da gracia y me da ternura, porque todo lo que pedí se cumplió.

No saqué fotos, casi. Estoy leyendo un libro – “Sobre la fotografía” de Susan Sontag, por ahí te gustaría, por ahí ya lo leíste – y habla de como a veces la cámara de fotos, haciendo turismo, no nos deja realmente involucrarnos con lo que estamos viendo. Caminamos por las calles y cualquier cosa destacable que se nos cruza por el camino, snap, sacamos una foto y seguimos de largo. Ante la incertidumbre que nos invade por estar en un lugar nuevo, ante la inseguridad de no saber qué es lo que nos va a pasar, cómo vamos a reaccionar, nos protegemos con la cámara. Vemos la experiencia desde afuera y no nos dejamos conmover.

Siguiendo el hilo de lo que quería que sea mi experiencia en Barcelona – estar abierta, que todo me toque, vivirlo desde dentro – casi ni saqué fotos. Un día, de la nada, me di cuenta de que algo me faltaba. Era el peso de la cámara colgando de mi hombro: me la había olvidado en casa. Fue la primera vez que me pasó. Me gustó. Por ahí después me arrepienta de no tener pruebas de que SÍ, ESTUVE EN BARCELONA pero prefiero saber que fotografié la ciudad con la cámara de mis ojos, mi propio lente personalizado, y que lo guardo en mis álbumes alternativos: mi cuaderno y mi mente. Sé que en cada lugar que estuve, realmente estuve.

No quiero hablar con muchos detalles sobre qué fue Barcelona, porque el viaje fue tan personal que me lo quiero guardar solo para mí. Los detalles no importan a nadie más que a mí. Solo quiero decirte que tenías razón, que entiendo perfectamente porqué volvés una y otra vez. Yo también quiero volver pronto.

Estoy contenta de haber vuelto a casa. Hace un rato estaba de mal humor, cansada… sentía que estaba volviendo a Sevilla y que me quedaba chica. ¿Cómo no me fui a hacer el intercambio a Barcelona? Pero te juro que apenas salí del aeropuerto y recorrí mis calles entendí que estoy acá por algo. Realmente me encanta Sevilla. Y Barcelona es única. Barcelona me deslumbró con cada paso que di, Barcelona no se asemejó a ningún lugar que vi antes, no la puedo comparar con nada. Pero siento que por algo las cosas se dieron así, que se tenían que dar así, que si la hubiera conocido a Barcelona de otra manera, no la hubiera podido vivir de la forma en la que lo hice, de la mano de los chicos y de la mía propia. Total, sé que puedo volver. Total, sé que voy a volver. Me imagino perfectamente viviendo ahí, entre tanto arte, tanta creatividad, tanta fluidez, con gente entrando a mi casa todos los días, personas que vienen y que se van, mi familia adoptiva. Caminar o andar en bici a todos lados, ir a la playa y dos cuadras después estar en la montaña de Montjuic, dos pasos más y encontrarme en el medio de una plaza medieval, otros dos pasos más y estar frente al milagro que es la Sagrada Familia.

Muchas cosas me pasaron, grandes y chicas, pero esas son mías. Cuando te vea, te las cuento. Por ahí ni llegan a tener tanto sentido para vos tampoco, pero Tadu, ay il Tadu, para mí fueron fundamentales. Cada momento estuvo impregnado de magia, de la linda. Cada momento.

Fueron días intensos. Cuando uno viaja, cada minuto cuenta; cuando uno está solo, cada minuto se hace notar. No fue fácil, no digo que haya sido fácil. Por momentos me aburrí, quise estar con alguna cara conocida, me cansé, me entristecí… pero por cada uno de esos, tuve diez de alegría infinita, de confianza en mi misma, de aprecio por el mundo, de conexión con alguien, de comunión con la música; momentos de risa, de soltura, de inspiración, de experiencias nuevas, de buenas conversaciones, de epifanías, de plenitud. El proceso de transformación necesita de todo eso, de cada extremo, para completarse.

Y ya está. Viajé sola, y me salió muchísimo mejor de lo que hubiera esperado. La vida me da más y más cada día. Si pienso que solo pasó un mes desde que estoy en Europa y ya viví tanto, saber que tengo cinco más por delante me da vértigo. ¿Qué más puedo pedir? Pero por lo menos ya cumplí algo que tenía pendiente, una deuda conmigo misma, y estoy orgullosa.

Cada uno vive su experiencia a su propia manera. La mía fue esta, impresionante. Te sentí en cada momento. Te recordábamos con los chicos, me decían que hablábamos parecido (¡dios mío, no! not like tadu!), veía todos los días el cartel de Familia que les dejaste (esa letra nefasta la reconocería en todos lados. También dejaste mensajitos en los carteles del baño). Te tuve muy presente, fuiste una linda compañía en Barcelona aunque no hayas estado ahí, aunque hayas estado lejos.

Y como dije: ya está. Ya lo hice. Fue inmensamente gratificante, pero ahora quiero viajar acompañada. No porque no pueda seguir sola, porque ya sé que se puede, ya sé que nunca se está realmente solo si estás predispuesto a compartir, pero de la misma forma que viajar es una locura, viajar con gente que quiero es una locura duplicada, triplicada, ¡diez mil veces –uplicada! Si tengo la oportunidad de hacerlo, lo voy a hacer, ¡asique ya te contaré que tul esas escapadillas!

Ahora te toca a vos, no tardes mucho en responder. Mandale besos a Tomchus. Lkm.

5 comentarios en “Carta desde Barcelona

  • Contestar Nini 19/03/2014 at 9:31 pm

    Shaps, sin duda tu mejor post! Gracias por compartir Barcelona. Con tus palabras fui viviendo y reviviendo los lugares mágicos que tiene esa cuidad! Me hubiese podido acompañarte. Que lindó que lo hayas disfrutado tanto, también fue así para mi! Seguí viajandoooo sis

  • Contestar Las siete impresiones de Lisboa - Postales a Casa 20/03/2014 at 10:41 am

    […] está desplegada sobre siete colinas. No una, no dos: siete. Mis piernas post-Barcelona pudieron con el tour de dos horas que hicimos pero a Mechi le costó un poco (sorry, […]

  • Contestar Milagros Juliá (la mejor) 01/04/2014 at 7:13 pm

    SHAPIII I´M IN LOVE CON TU BLOG!!! VIVA SEVILLA … Y DEJA DE TOMAR VINO!!!!! QUERES SER UNA WANABE LORE!

  • Contestar Surtido europeo - Postales a Casa 03/08/2014 at 6:17 pm

    […] es la mejor ciudad para venirse solo. No puedo creer que estoy de vuelta y que, cosas de la vida, me vine sola de nuevo. Esta vez nadie sabe que estoy acá. Quiero jugarla callada y hacer lo que se me pinte, chocha de […]

  • Contestar Lo que fue antes y lo que es ahora | Postales a Casa | PAC 02/05/2015 at 7:47 pm

    […] que le interesaban a sus ojos sobre varios rincones de Barcelona. Tadeo es la misma persona a la que le escribí la carta la primera vez que pisé esta […]

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *