Cuando no decimos nada, decimos de todo

13 de febrero

Cloé:

Me sorprende como de un día para el otro cambia drásticamente la realidad que nos circunda, y de tardar solo 15 minutos hasta llegar a Recoleta para ir a laburar, ahora me tomo un bondi hasta Constitución y desde ahí un tren para llegar finalmente a Barracas, un barrio que desconocía totalmente pero que tiene un encanto que es la mezcla entre lo industrial y las casas llenas de enredaderas.

Nunca me detuve a pensar en que trabajo en un lugar enorme, que la administración pública realmente es un mundo diferente, que lo de ser o no ñoqui me parece el chiste fácil y que no entiendo todavía si tengo que contestar mensajes de laburo un domingo a la tarde, que por momentos siento nervios porque no sé qué tengo que hacer y ojalá se evaporen rápido, que a veces la realidad se desdobla con lo que sueño y cuando me despierto no sé que es real y qué no, que cuando bajo del tren me choco con una estación de remises que se llama “Awers” y a veces me hace reír y otras no tanto, que acá estoy, que no tengo tiempo para que mi cabeza se ahogue en un espiral de pensamientos, entonces estoy entre agotada y feliz.

(*) Nota de pie: renuncié a mi trabajo anterior. La vida es tan loca que pensé que ese cambio se iba a dar en febrero, pero uno no maneja los tiempos y apenas era 4 de enero y ya estaba yendo a buscar al Correo el telegrama de renuncia. Y de nuevo, entre tanto maremoto de eventos, comencé a los pocos días a trabajar para el Gobierno de la Ciudad. Así que acá me tienen, ahora en mi LinkedIn figura que soy una empleada estatal.

12 de marzo

Cloé:

Todo el movimiento se reducía a miles de luces titilantes y borrachas. Alrededor mío, Corrientes transpiraba lomos de libros y transeúntes que se turnaban entre las charlas que daban escritores célebres en livings montados en la calle, pedazos de pizza, vendedores ambulantes, juegos, bolsas de colores con regalos y más. La Noche de las Librerías corta la avenida y paraliza ocho cuadras. O más bien las revitaliza, porque las esquinas vibraban y el microcentro parecía un carnaval.  Aplausos, más bolsas de colores, y la punta del Obelisco que se colaba ahí al fondo, por Corrientes al 1100.

Yo había sido parte de todo eso y me costaba creerlo. Me gusta, el tema de trabajar en la administración pública – por ahora – me gusta.

Foto de Ale Reynoso. La Noche de las Librerías.

Espiando. Foto de Ale Reynoso.

12-03-2016 Noche librerias21

19 de marzo

Cloé:

Hay demasiados esquemas mentales instalados sobre lo que constituye ser una mujer y lo que no. Hay prejuicios y castigos cuando no encajamos en esas categorías.

Pero ese sábado, en el Lollapalooza, yo escuché a una súper mujer que rompió las barreras y redefinió todo tipo de sentencias.

Brittany Howard, cantante y guitarrista de Alabama Shakes, fue – a mi parecer – lo mejor del festival. Nunca vi a alguien que dejara todo sobre el escenario, sintiendo absolutamente cada palabra de lo que entonaba. Fue conmovedor, fue intimidante. Con su vestido de colores y volados, con su corte de pelo casi militar, con su voz desgarradora. Así, con cada músculo de su cuerpo desgarrándose para romper el escenario, esa MUJER me dejó sin palabras.

21 de marzo

Sharon:

Después de treinta horas de viaje, aterrizo en Italia. Las penas de haber dejado Buenos Aires se van evaporando de a poco durante el día.

Cloé:

Fuimos a tomar algo a un barcito en Palermo, uno de esos que se caracterizan por vender cerveza artesanal. No me gusta la cerveza – algo que siempre me juega un poco en contra – pero me hago la canchera y me pongo un poco alegre pidiéndome un Cynar. La pasamos bien, charlamos de lo que se habla en una primera salida, que tienen ese gusto estándar de que sí o sí, hace falta una segunda.

22 de marzo

Sharon:

Le pedí al Tano que me lleve al cementerio. Cuando el papá de un amigo se enteró que me venía a vivir a Génova, me dijo dos cosas: probá el pesto y andá al cimiterio di Stagliano. Así que comimos pesto y después fuimos.

Más que su imponencia y estatuas y galerías – el cementerio es uno de los más monumentales de Europa, considerado un museo a cielo abierto – lo que más me gustaron fueron los colores entre las piedras. Flores verdaderas y de plástico, fotos de los difuntos dispuestas en marcos circulares, velas artificiales: esas son algunas de las tantas cosas que forman una marea de colores que le hace frente al gris que acostumbran vestir los cementerios. Nunca estuve en México pero mientras vagaba entre las lápidas torcidas y de formas diferentes pensé que este espacio de los muertos me recordaba más al imaginario que tengo de ese país que al que tengo de Italia.

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23 de marzo

Sharon:

Dos días en Italia y ya estoy inmersa en la maratón gastronómica del país. Quiero evitar el cliché pero no hay forma porque la vida de los italianos es transversal a lo que comen. DIOS SANTO, LO BIEN QUE SE COME EN ESTE PAÍS. No es solo una cuestión de la cocina, que sí, es una experiencia religiosa. Es también una cuestión de los más elemental: de los ingredientes. Los mismísimos ingredientes son perfectos. El queso, por ejemplo, no es un simple partisano, sino que es el original de Parma que se te disuelve en la boca de a granos y que apretás entre la lengua y el paladar para sacarle el mejor provecho al sabor y llorar porque en segundos se acaba, el que revolvés en la boca para que todo rincón de la cavidad bucal lo disfrute.

Para alguien que no disfruta cocinar, alguien al que le es indiferente qué come – básicamente para una ignorante gastronómica como yo – estar en el país de la comida y degustar las creaciones que me ofrece es un paraíso que no tiene fin. Hacerlo además de la mano de un italiano que conoce a la perfección todo el rito, que posee toda la inside information sobre lo que es bueno y lo que no, QUE TIENE UNA FAMILIA – en otras palabras: una mamma – nacida y crecida en Italia es algo que no tiene precio, muchas veces más de lo que pueda prometer la MasterCard.

24 de marzo

Sharon:

Estoy de vacaciones pero me invade la inquietud. Tengo diez días para descansar y hacer lo que tenga ganas antes de empezar a trabajar y me lo repito una y otra vez para combatir la ansiedad pero no sirve de nada. Si no estoy haciendo algo útil siento que pierdo el tiempo; si no estoy haciendo nada con mis días, los estoy tirando a la basura. Creo que me olvidé cómo disfrutar de no hacer nada. O quizá la vida ya no me satisface y necesito la otra mitad: la que vuelve sobre ella con detenimiento para interpretarla.

En realidad creo que no me olvidé. Siempre lo padecí. AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.

Cloé:

Quiero ir a una bruja, pero tengo miedo/desconfianza. Le digo a Maia (mi querida prima/hermana/amiga del alma)  que es mejor si vamos juntas así me lo tomo más como un juego; me dice que sí.

Aunque soy medio timbera y supersticiosa, no sé qué tanto me atrae la idea de atarme a lo que me dice una desconocida. Soy ansiosa, entonces una parte mía – la racional – teme que me deje condicionar por lo que me digan, incluso por lo bueno. Quizás más especialmente por lo bueno. Pero aún así, la intriga me está matando. Los mantengo al tanto.

25 de marzo

Sharon:

Leo Bird by Bird de Anne Lamott y me choco con esta frase: There is ecstasy in paying attention («Hay éxtasis en el acto de prestar atención»). La subrayo.

27 de marzo

Sharon:

Cannolo siciliano con pistacchio, brioche con pistacchio, minestrone, linguine con pesto, focaccia, cassata siciliana, crepe di brie e funghi, pinsa romana, pizza con prosciutto o con mozzarella di buffala, gelato di crema mediterranea e nocciola, tortellini al ragù.

Solo algunas de las comidas que recuerdo haber probado en esta montaña rusa de cocina italiana.

Cloé:

¡Turrita! ¡Lo que estás morfando! No te das una idea de la cantidad de chocolate que ingerí en estos días. Decapité conejos a morir. No puedo, con el chocolate, no puedo.

28 de marzo

Sharon:

No te preocupes, Clota. Ya le dije al Tano que entro en huelga de comida. Las cosas no pueden seguir así. Mientras, te dejo una foto mía haciendo de sommelier para que te rías:

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Cloé:

Esta foto me hace acordar a aquel vino que tomamos en un barcito en Palermo Viejo después de tu curso de escritura y más importantemente después de acompañarte a la guardia del Fleni porque sentías que el cuerpo se te movía solo. ¿Te acordás?

Vino barato en copas pegoteadas y empañadas; vino que nos adormece lo suficiente como para relajarnos y a la vez nos estimula a decir lo que no pronunciaríamos en otro contexto o en otra compañía.

Un comentario en “Cuando no decimos nada, decimos de todo

  • Contestar sexymech 29/03/2016 at 9:15 am

    Chicas, sigan con este juego de idas y vueltas de postales. Me encanta!!
    Shaps, quiero otra historia simil a la del patypescado.. la veo venir.. la siento already 🙂 🙂

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