El poder de la vulnerabilidad (o por qué hago papelones)

Siempre fui atropellada. No soy grácil y me tiro de cabeza a situaciones insólitas. Cuando mis amigos respiran entre las carcajadas y se tranquilizan, alguno me pregunta: “¿Por qué, Shari, por qué?” Es una pregunta que no falla y que se traduce a: “¿por qué te sometés a estas situaciones?” Incluso cuando no está explícita, la puedo leer en sus caras.

Lo que sigue es un intento de explicar porqué.

Me gusta experimentar. La vida no es más que un juego en donde hay algunos días más lúdicos y livianos y algunos más serios, con consecuencias tan reales como las del Jumanji. Pruebo qué pasaría si esto, o qué pasaría si lo otro, un Elige tu propia aventura hecho a medida. Apretamos botones que nos abren caminos diferentes e ignorar esa realidad me parece tonto, así que juego.

Los papelones en los que me sumerjo son una forma de vulnerabilidad, pero no la única. Hay otras que cuestan más, son menos graciosas e implican manosear sentimientos menos cómodos: el miedo, el dolor, la vergüenza. Pero en todas hay adrenalina, y en ella, en la adrenalina de la exposición, hay algo que me despierta. Me instiga. Busco que se produzca el destello de electricidad que salta cuando alguien sale del piloto automático: una pregunta inesperada basta. Algo en esa chispa de luz me remonta a mi adolescencia, a la excitación de los nervios, el descontrol de los dedos, a mi voz convertida en subibajas y que ni vos ni yo sepamos a dónde va a terminar esto que empezó. Es esto. Es esto. Es esto. Lo que empezó, la chispa que ni vos ni yo sabemos controlar ni a dónde nos va a llevar: la vida misma. Lo desgarrador de lo incierto: que todo es posible y que todo es infinito.

Animémonos a mirar de frente, en vez de bajar la vista. [© st-pam]

Animémonos a mirar de frente, en vez de bajar la vista. [© st-pam]

A todos nos incomoda: es parte del proceso. Pero, ¿por qué no animarse? ¿Por qué actuar como si nuestra materia prima, lo que nos encarna – el amor, la amistad, la fe, la muerte, el arte, la conexión – no fuera importante? Poder decir: “Me duele que no me escuches cuando te hablo” o “me voy a dormir pensando en vos y cómo estás y me pregunto si vos hacés lo mismo”. Poder decir:” Tengo miedo de que te canses de mí” o “¿que fue lo que pasó esa noche y por qué nunca lo hablamos?” Poder decir y mirar y ver.

Somos 7 229 916 048 perdidos en el mundo y el hilo que nos atraviesa a todos por igual es que la vida – desnuda, frágil, íntima – se deja ver cuando nos animamos a ser vulnerables. A que nos hieran y a que hiramos como a que nos quieran y a que queramos. ¿Qué harías si te dijera que te quiero o que pienso en vos más de lo que me parece normal? ¿Como reaccionarías si te explicaría cuánto me dolió? ¿Si te invitara a salir?

A veces también me expongo, aunque cueste (siempre cuesta), para sacármelo de encima y dártelo: tomá. Me hiciste bien y te lo agradezco. O tomá. Me lastimaste y quisiera saber porqué, me lastimaste y hacete cargo. Lo expulso, tragedias y bonanzas por igual.

Animémonos a dejarnos ver. (© Alyssa Johana)

Animémonos a dejarnos ver. (© Allyssa Yohana)

Hay un miedo tremendo a sentir y yo también lo padezco, pero hago un esfuerzo monumental para atravesarlo. A veces puedo, otras no tanto. Muchas de las ideas que me llevaron acá fueron impulsadas por el libro de Brené Brown, Frágil: el poder de la vulnerabilidad, donde la autora articuló con palabras lo que yo no podía:

Tenemos que regularizar la incomodidad.

A sus alumnos les dice:

Si se sienten cómodos, yo no estoy enseñando y ustedes no están aprendiendo. Van a sentirse incómodos y está bien: forma parte del proceso. […] El gran reto […] es fomentar el valor necesario para sentirse incómodo y enseñar a las personas que nos rodean a aceptar ese malestar como parte del crecimiento personal.

Por eso hago papelones y por eso me esfuerzo en ser sincera y decirle a las personas cómo me hacen sentir, porque hacerlo me hace sentir incómoda y frágil y real. Todo implica un riesgo – a que nos hieran, a que nos quieran – pero no pasa por ahí, no pasa por el resultado. Pasa por actuar con coraje, por mirar atrás y decir: “Sí loco, me la jugué, no me quedé con palabras atragantadas ni con ganas de. No me escondí y prendí una luz en la oscuridad solo para ver qué había en ella.”

Por ahí es dónde pasa: por el  valor de prender la luz.

Recomiendo mucho los videos de Brené Brown en TED relacionados con este tema. Es una investigadora social que hace una década investiga la vulnerabilidad, el coraje, la autenticidad y la vergüenza. Las charlas más conocidas son “El poder de la vulnerabilidad” (con más de 20 millones de vistos, es una de las más populares de TED.com) y “Escuchando a la vergüenza“. Están en inglés pero tienen subtítulos en español y otros idiomas. Esta animación, basada en una de sus charlas, en las que habla sobre la empatía me parece buenísima. (Esta no tiene subtítulos en castellano.)

4 comentarios en “El poder de la vulnerabilidad (o por qué hago papelones)

  • Contestar Gina 11/07/2015 at 7:39 pm

    100% de acuerdo, aunque a veces sea difícil hay que jugársela sino uno siempre se queda pensando qué hubiera pasado si hubiera actuado de x forma.

    • Contestar Sharon Borgstrom 11/07/2015 at 10:02 pm

      Gracias Gai. Nada peor que el “qué hubiera pasado”… pero creo que siempre es difícil. Gracias por leer baby ♥

  • Contestar loreta 16/07/2015 at 12:03 pm

    tu barco fantasma de “no me animé” se acaba de convertir en un botecito de remo …
    🙂

  • Contestar Pietra 20/07/2015 at 12:29 am

    Sabias palabras amiga! I live by it! la honestidad ante todo con el resto y con uno mismo!
    love it!

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