Limbo entre dos mundos

Demasiados vasos de vino con Coca. Ya estoy un poco borracha – un poco. No sé si es el suelo europeo o qué, pero acá estoy más floja que cuando tenía quince. Es miércoles a la noche, tenemos dos invitadas que nos visitan desde Amsterdam, la panza llena de salmón, paté de salmón (porque ese lindo pescadito nunca es suficiente), quesito, pan y un símil de Philadelphia y no puedo más. Entre las conversaciones de viajes pasados y viajes potenciales – tengo cinco meses por delante en este continente, mierda -, historias amorosas y anécdotas de hostels que incluyen vómitos, me siento a gusto, me siento muy a gusto. Estoy contenta – y un poco borracha (un poco nomás).

Qué lindo esto. Qué lindo, y qué raro. Meses estudiando afuera, viviendo sola con una amiga, conviviendo con otra cultura que puede o no ser parecida a la argentina, teniendo tanto tiempo libre que me sobran las actividades, durmiendo en una cama que no es mía, viajando y organizando viajes que voy a hacer dentro de meses, averiguando precios… es lindísimo, pero no deja de ser raro. Raro porque sé que es una oportunidad que se reparte entre unos pocos, y estoy dentro de ellos. Qué loco.

Sevillanas

Locas
 

Tengo tantas ganas de viajar durante horas en un bondi (“autobús” para mis amigos internacionales), intentando encontrar la posición cómoda en un asiento que no se reclina, viviendo a base de galletitas, vestida con la misma ropa desde hace una semana. Charlar con gente que me interesa y quedarme viajando con ellos, con la escusa de querer seguir trayecto pero en realidad para compartir un poco más de tiempo rodeada de esa energía, deleitándome de lo novedoso. El mundo alberga tantas personas locamente interesantes, no me da el tiempo para tener todas las conversaciones que quiero, confesar todas las cosas que quiero, brindar por todas las cosas que se lo merecen, escuchar todo lo que ansío, aprender todo lo que deseo.

Tenía ganas de reflexionar sobre algo que estuve pensando esta semana, pero tengo la cabeza nublada y no puedo ponerla bien en palabras. Intentaré.

Estoy leyendo un libro de Isabel Allende, Inés del alma mía, que trata sobre la colonización de América y la fundación de Chile. Habla mucho sobre España, el país de origen de todos los protagonistas, y menciona también Sevilla: sus naranjos, su río. Esta es mi primera casualidad. Yo estoy acá, Sevilla es mía, yo sé de los naranjos que describe, yo cruzo ese río todos los días. Disfruto saber de lo que habla. Lo sigo leyendo más tarde, mientras tomo un café, cuando hojeo el recibo que me dieron. Leo lo que dice al final, en la parte de abajo que nadie lee, pero porque hay algo que me llama la atención: la cafetería está en la calle Pedro de Valdivia. Pedro de Valdivia es un protagonista de la novela. Mmm. Segunda casualidad, y sonrío: siempre me gustaron esos cruces del azar.

La tercera coincidencia se topa conmigo cuando me encuentra caminando por el centro de Sevilla, por un recorrido nuevo. Me detengo a mirar lo que creí era un museo pero terminó siendo una iglesia. En su pared colgaban paneles, y uno de ellos mencionaba un fray sevillano, “protector de los indios del Nuevo Mundo” – o sea, de mi América, mi continente tan bello, tan inabarcable – que existió hace cuatrocientos años. En el libro de Allende no cesan las menciones del Nuevo Mundo. Es la fucking conquista de ese Nuevo Mundo. Novela y realidad se me entremezclan.

Yo soy del Nuevo Mundo. Yo soy hija de todo esto, de la ficción que leo y de la realidad que vivo acá. Yo soy el Nuevo Mundo que hoy volvió a España, que hizo el viaje inverso, que cruzó el Atlántico pero en dirección contraria a la de los colonos, quinientos años después. Hoy volví, yo y la historia del Nuevo Mundo. Hoy intento entender mis raíces desde este lugar porque de acá salieron, al menos una parte.

Nuevo Mundo
Con el libro y la iglesia en cuestión
 

Cuando uno viaja, siempre juzga al país que visita con los ojos del país del que viene. (Este intercambio no es un viaje, y no me canso de decirlo; es una estadía, una permanencia, es distinto. Pero esto es un tema aparte, para otro momento.) Cuando uno está lejos es cuando más fácil es ver todo el bagaje que uno trae consigo – lo bueno y lo malo – del país de origen. Conocemos el nuevo lugar al mismo tiempo que reconocemos de dónde venimos. Es un doble proceso: un ida y vuelta, un descubrir y redescubrir.

Es fuerte entonces, vivir ese doble proceso y sumarle además ser argentina e ir a España. Este país fue – es – la gran madre de la Argentina de hoy. Estar acá es tener una charla con el origen de muchas de mis costumbres, tradiciones, creencias, formas de pensar, hablar y vestir. Cuatro siglos pasaron ya, pero deambulo por estas calles, y si miro con un poco más de atención de la usual, si me pongo a hurgar, encuentro eso. Algo reconozco, de esa España vieja y de mi Argentina, en Sevilla.

Es fuerte saber que de esta ciudad, y de muchas otras ciudades españolas, siglos atrás, partieron muchos de los que definieron de forma permanente el lugar de donde vengo y por ende, quien soy yo. Recorro las calles empedradas y también puedo encontrarme a mí en ellas. España también es parte de mi historia aunque la Historia, y yo, nos olvidemos.

Y de nuevo vuelvo a lo raro que es todo. Estamos todos tan enredados, unos y otros…

4 comentarios en “Limbo entre dos mundos

  • Contestar clo 27/02/2014 at 9:00 pm

    Isa Allende un poroto

  • Contestar sexy y atrevida 28/02/2014 at 4:58 pm

    🙂 que lindo leerte shapsss

  • Contestar andi 01/03/2014 at 6:20 pm

    <3 me encanto sharp. te extraño

  • Contestar Nombre. Loreta 02/03/2014 at 3:01 pm

    Comentario muy profundo …tengo que releerlo …casi casi siento olor a clavel

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