Lo que fue antes y lo que es ahora

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Todas las fotos que acompañaron el post son de Tadeo Barreiro, que con la cámara imprimió lo que le interesaban a sus ojos sobre varios rincones de Barcelona. Tadeo es la misma persona a la que le escribí la carta la primera vez que pisé esta ciudad.

Nueve días desde que estoy en Barcelona. Desde entonces, mis horas se reparten entre una rutina que no es una verdadera porque esta no es mi ciudad y estos no son mis hábitos. Es la etapa de la transición.

Mi hermana me recibió en el departamento que alquila, así que por suerte no tengo que compartir la soledad que muchos padecen apenas se mudan: si no estoy en compañía de Michi, mi hermana, estoy con Ine o con Dios, dos de las chicas que viven con ella, o con mi prima Lila.

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Nueve días desde que estoy en Barcelona pero sigo siendo la misma pendeja que no tiene idea de la vida. Tengo el tupé de sorprenderme de que todavía no tengo un trabajo. Dios, que está en la misma que yo y que está buscando laburo desde hace más tiempo, se me ríe. Tramo entonces la teoría de que conseguir trabajo, con todo el tiempo, dedicación y esfuerzo que exige, es equivalente a tener uno. Estas cosas llevan tiempo.

Horas y horas se van, y el sol sube y baja, mientras busco propuestas y escribo distintos CVs dependiendo de a qué trabajo esté aplicando. No miento cuando digo que el otro día me habré postulado a doscientas – doscientas – propuestas de las cuales hasta el momento solo me respondió uno – uno -.

Nueve días que estoy en Barcelona y mi vida no cambió mucho. Quizás es porque ya conocía la ciudad y ya había recorrido sus circuitos turísticos y los no tanto. O quizás es porque ya tuve la experiencia de irme a vivir afuera, y a este mismo país, pero más al sur.

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Haber venido a Barcelona no es lo mismo que haberme ido a Sevilla. La ciudad andaluza me dio seis meses de experiencia sobre cómo vivir sola como para saber qué esperar de esta segunda vuelta. Me doy cuenta de que en realidad no necesito tantas comodidades para vivir como las que creía indispensables en Buenos Aires. Ya no le tengo miedo a la cocina tampoco como lo tenía antes, y aunque no nos llevemos de la mejor manera, mantenemos una relación cordial y de respeto mutuo que no se compara con la del año pasado.

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Las diferencias entre una y otra no terminan ahí. Pasó solo un año entre las dos veces que tuve que empacar mi vida en una valija e irme al otro lado del Atlántico, pero en el interín muchas cosas cambiaron, tanto en las circunstancias como en mí. Lo que me gusta de esta vez, y a diferencia de la primera, es que me siento mucho más libre. Siempre fueron enredos mentales míos, pero cuando estaba en Sevilla llevaba a Buenos Aires a donde sea que iba. Ahora no la contemplo. Respiro sin sentir los ojos de mi gente espiando cada uno de mis movimientos, y por eso respiro mejor.

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Sin embargo, y por suerte, otras cosas sí semantienen constantes. Acá, como en Sevilla, también sueño. Todas las mañanas, al despertarme, interrumpo una conversación con personajes de Buenos Aires. Siempre son charlas triviales o momentos habituales, pero son tan vívidas que siento que la cercanía que tuve con la persona es real. De verdad hablé con mis amigas del colegio, o tomé un café con mamá o me junté con la Clota. En Argentina no sueño tanto, o no los recuerdo con la nitidez con la que lo hago acá.

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Y como no podía ser todo tan diferente, acá, como en Sevilla, también hay horario de siesta. Impresiona caminar por las calles a las tres de la tarde y que los locales estén con las persianas bajas, la ciudad parada, siguiendo los caprichos del bostezo de la digestión después del almuerzo.

Mientras dura este momento atípico – antes de que empiece la estabilidad, o algún atisbo de ella, cosa que supongo que sucederá EN ALGÚN MOMENTO – hago lo que en realidad vine a hacer acá; necesité irme al otro lado del mundo para conseguirlo porque no supe de otra forma. Tomo mate, como galletitas, leo libros, camino sin mapa. Busco sin cansancio estar presente en mi acá y ahora, en las cosas simples y cotidianas. Cada día estoy más convencida de que es en esas acciones (mínimas, para el ojo no entrenado) donde están las cosas importantes y quizás, también, el consuelo que ando buscando.

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El fotógrafo. Siempre siento que te estoy escribiendo a vos cuando escribo de Barcelona…

 

5 comentarios en “Lo que fue antes y lo que es ahora

  • Contestar Daniel 03/05/2015 at 3:56 pm

    Que increíbles son tus publicaciones amiga, de verdad que cuando las leo siento que es lo que todos vivimos pero escrito con ese vocabulario tan argentino (valija) jaja. Me da mucho gusto que hayas regresado a España y espero no dejes como dice tu publicación de soñar que es lo que hacemos los viajeros. Suerte y te deseo lo mejor!!!!

    “Una vez que el bicho de los viajes te pica no hay antídoto conocido, y sé que sería feliz infectado hasta el final de mi vida” Michael Palin

    • Contestar Sharon Borgstrom 15/05/2015 at 4:00 pm

      Gracias Daniel por el comentario y qué alegría saber que te pasás por acá de vez en cuando. Espero que estés bien y que sigas adelante con todos tus proyectos! 🙂

  • Contestar Mersu 07/05/2015 at 6:41 pm

    Miss you, seguí mandando más magiaaaaaa

  • Contestar Por esto soy anti-tecnológica | Postales a Casa | PAC 01/06/2015 at 10:49 am

    […] Además – y esto es lo mejor – escribir mails posibilita que cada uno cuente con sus palabras. No puedo explicar la libertad – ¡el alivio! – que sentí al venir a Barcelona y que nadie tuviera idea de lo que hacía. Es inexplicable, y también peligroso, porque le tomé el gustito y es probable que me haga adicta. Estos dos meses de estar en otro lugar me dieron eso: me fui y nadie supo que era de mí. Nada de esto fue resultado de una decisión premeditada si no porque necesitaba (y sigo necesitando) un espacio desconectado para poder empaparme de lo importante. […]

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