Estamos acá descubriendo tantos lugares, pero la realidad es que Buenos Aires siempre logra escabullirse por algún recoveco (damn you, Roger).
No, mentira, no es tan así. No es terrible. Es más, cada una se está reencontrando con ella a su manera. La miramos a lo lejos, desde otra perspectiva, como si tuviésemos una lupa en mano.
Cloé: Inevitablemente uno piensa en Buenos Aires, y mucho. Pero en mi caso no pasó por extrañarla tanto. Estoy acá ahora, y estoy bien. Punto. Pero estoy en la disyuntiva de saber y a la vez no tanto a dónde vuelvo. Espero no volver a la misma rutina, o a los mismos lugares, sino que quiero algo más, que me llene más, y sé que Buenos Aires puede dármelo. Me alegra saber que, después de esto, no vuelvo a un lugar chiquito, inhóspito. Vuelvo al frenesí, al dulce caos. Vuelvo a una ciudad que no conozco tanto. Y es loco que tuve que tan irme lejos para descubrir eso. Buenos Aires está tan llena de vida: multicultural- apasionante- saturada. Es una ensalada, hay de todo un poco para cada loco. Miro para atrás y siento que corría en círculos. Quiero mamarrachos, tangentes. Por suerte, sé que me esperan- pero no todavía.
Sharon: Yo sí la extraño, y es esa sensación, que solía ser tan ajena a mí, con la que convivo acá. No es a lo cultural, ni a lo apasionado a lo que quiero volver – eso lo tengo, y de sobra – pero sí a lo cotidiano, a mi familia, mis amigos, a mi vida. A mi lugar. Por primera vez siento que tengo asuntos pendientes en Buenos Aires, que tengo que reconciliarme con ella. Viajé tanto a otros lados que ya se convirtió también en escapar. Y escapar es fácil. Por primera vez aprecio de verdad cada una de las cosas que esa ciudad me dio y me da; por primera vez la tomo en serio. Dentro de ese caos rioplatense hay un lugar que es mío que espera ser ocupado. En pocas palabras: sí, loco, quiero abrazar a mi vieja.