Sevilla de miarma

MIARMA: palabra que tiene origen en “mi alma”, muy popular entre los sevillanos

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Una tarde más sobre el río (lugar perfecto para el chamuyo nocturno, muchachos).
 

No saben lo que me cuesta escribir sobre Sevilla. Cloé les cuenta sobre París como si le fluyera de los dedos pero yo no puedo, porque escribir sobre esta ciudad andaluza que tanto me acogió significaría empezar a decirle adiós.

Clo deja París ahora. Por suerte, yo tengo un mes más para vivir Sevilla todavía pero es inevitable pensar que estás viviendo una cuenta regresiva. Cada vez menos tiempo, y me voy. Quiero hacer todas las cosas que me faltan, las que me quedan pendientes (hay un museo al que le tengo ganas hace meses), salir todas las veces posibles, conocer cada rincón que me falta.

No me quiero ir. Me quiero quedar seis meses más. Es injusto, porque los primeros meses de vivir en otro lugar no cuentan: todo es nuevo, seguís acostumbrándote al nuevo paisaje, a los nuevos hábitos, las nuevas caras. Entre viajes y todo, puedo decir que solo hace un mes que hice de Sevilla una ciudad mía y me parece injusto que cuando ya estoy disfrutando de esa familiaridad al cien por ciento, tenga que pensar en la vuelta.

No quiero dejar la vida que formé acá. Pienso en mi familia en Buenos Aires, a la que siempre recordé con nostalgia y cariño, y ahora solo es causa de terror: ¿volver a vivir con ellos? POR FAVOR, NO. ¿Saben la libertad que es ir, salir, volver cuando quieras de donde quieras, y no tener que darle explicaciones a nadie? ¿Comer lo que a uno se le da la gana, si es que se acuerda de comer? ¿No limpiar la casa jamás y que no importe? No tener que justificarte ante nadie… placer.

Es más injusto aún que haya escrito tan poco sobre Sevilla. No saben la vergüenza que me da. Admito que una razón por la que no lo hice, una bastante importante pero bastante inconsciente también, es puramente egoísta: me la quise guardar para mí, no la quise compartir con nadie, porque quiero que quede secreta, que nadie sepa de lo increíble que es, porque de verdad, es alucinante. Es alucinante. Escribo esto y me quiero morir. Quiero morir que mis experiencias acá tienen un tiempo contado, que se está agotando, y que dentro de poco este sueño se va a pinchar y voy a volver a la dura realidad.

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La Plaza de Toros de la Real Maestranza vista desde afuera. Cuántas caminatas nos llevaron por acá…
 

Últimamente estuve pensando que viajé mucho, interrumpiendo mi estadía sevillana. Quizás me hubiera gustado quedarme más en esta ciudad y vivirla en continuidad porque realmente no tiene desperdicio.

Admito que en los primeros tiempos, Sevilla y yo teníamos una relación… complicada, digamos. Amor y odio. No era ella, era yo. ¡La ponía a prueba todo el tiempo! Es como todo: me cuesta aflojar y dejarme llevar. Tuvieron que pasar unos meses para que mi armadura protectora dejara de escudriñar toda esquina sevillana y simplemente dejarme disfrutarla. Esta no es una ciudad que se mide o que se conoce con guías. La forma de conocerla es viviéndola, sumergiéndote de lleno en ese ritmo pausado y cálido.

Es ir al río a la tarde a tomar un tinto de verano con amigas. Es ir al centro caminando, de día o de noche, y cruzarte a gente conocida. Es la desesperación de que el domingo todo, absolutamente todo, esté cerrado, incluso el supermercado. Es el color amarillo, el marrón, el blanco, el verde. Son los naranjos y sus azahares. Son esas peatonales empedradas, los caballos tirando de las carrozas, el repiqueteo seco de sus pezuñas sobre el cemento. Es caminar de noche por la Catedral y creer que volviste cinco siglos atrás y estás en el 1500, en la capital del imperio español en pleno descubrimiento de América.

Es caminar por el borde del río y enamorarte de las casas coloridas del otro lado, embriagarse de lo lindo que es el puente de Triana. Es hablar y que los sevillanos se deleiten con el acento argentino, y que vos te diviertas tanto, tantísimo, con el suyo. Es la certeza de que cualquier conversación con un andaluz te va a sacar una sonrisa. Es llevar a Plaza de España a las amigas que te visitan de otros lados y mirarles las caras cuando la ven por primera vez: estupor, siempre.

Es el calor, volver de la facultad un viernes a la tarde y que la plaza ya esté llena de chicos tomando (¡son las cinco de la tarde!). Es la tranquilidad, el ritmo lento, el de disfrute. Es caminar por las Setas y confesar para adentro que sí te gustan, aunque todos la critiquen de kitsch. Es ir de tapas o montaditos. Es sentirse culpable de estar adentro haciendo fiaca cuando afuera hay un sol despampanante, cosa que pasa todos los días (¡la culpa, la culpa!).  Es volver caminando de las fiestas a la madrugada. Es cruzar el puente del río Guadalquivir todos los días y pensar para adentro que ese cruce es lo que más vas a extrañar. Es conocer a gente de todos lados. Es la ciclovía que recorre toda la ciudad y los grafittis que  la decoran. Es la fuerza, la potencia inigualable, que tiene la voz que canta el flamenco, por Dios, impresionante.

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Se escucha hablar mucho que Sevilla tiene “un color especial”. Este es el color de Sevilla. Este amarillento. Esto.
 

Me llevó tiempo llegar a este estado de amor total. Tuve que viajar a siete otros países y a trece ciudades para darme cuenta de lo perfecta que es la mía, la que me prestó un espacio suyo por un rato. Pregúntenle a cualquier estudiante de intercambio y se van a dar cuenta de que todos hacen lo mismo: cuando viajan, conocen ese nuevo lugar a través de una óptica particular. Se preguntan constantemente: ¿qué si me hubiera venido a hacer el intercambio acá? ¿Cómo sería?

Sevilla. Sevilla una y otra vez, te elijo ahora y siempre.

Una chica de acá, orgullosa de su tierra, me dijo una vez (y no me olvido más): “Yo pienso que la ciudad en la que uno nace le es prestada”. Era con esa filosofía con la que se manejaba todos los días, y era por eso que se maravillaba más que yo de la Plaza de Toros o del Teatro Lope de Vega.

Me queda tiempo acá todavía, pero siento que es muy poco, siento que tengo la despedida cerca. Quizá es porque Cloé ya deja París; quizá es porque recién terminé de cursar las clases; quizá es porque tengo que organizar toda la vuelta a Buenos Aires, el cierre del departamento y otros trámites; quizá es porque muchos de intercambio acá están terminando sus exámenes o subiendo mensajes de adiós en Facebook; quizá, quizá, quizá. El tiempo se me acaba.

3 comentarios en “Sevilla de miarma

  • Contestar mechi 11/06/2014 at 2:54 pm

    Lloroooooo

  • Contestar Michi 11/06/2014 at 3:04 pm

    Nuevamente brillantinas!! Clap clap clap para vos Sharpay!
    Piel de gallina

  • Contestar Nombre Loreta 11/06/2014 at 3:39 pm

    Comentario Me encantó tu relato y coincido: Sevilla : un lujo poder vivirla….y amarla…
    En lo q no coincido shapy de miarma , es en lo de tu familia,,,

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