Me voy porque todo está empezando

Sobrevuelo el Atlántico para volver a España.

Los cables que me atan a Buenos Aires se deshacen: cada vez son menos y por eso me voy. Quiero tener la libertad de elegir cuáles hilos van a ser que me agarren y cuáles no, y es más fácil hacerlo si estoy lejos.

Son muchas las razones que se enredaron y me dieron la oportunidad de volver a Europa. La agarré sin pensarlo demasiado, y los hechos son estos: me voy de Buenos Aires a Barcelona por un tiempo, con el plan que más me entusiasma y más miedo me da: el de no tener ninguno. Qué voy a hacer, no lo sé, pero hay algo que late en esa incertidumbre que me entusiasma y me dice que sí, que sí, que sí.

No sé lo que hago pero sí sé lo que quiero, y eso me parece lo más importante. Quiero algo simple y no tan simple: ir detrás de mi asombro y de mi curiosidad y ver por qué caminos me lleva.

A veces me pregunto si este no es uno más de los delirios de una pendeja que no tiene idea de la vida, porque a) soy una pendeja y b) no tengo idea de la vida. ¿Pero cómo explicar entonces el calor que tengo adentro que crece con cada una de estas decisiones? Siempre que perseguí los designios arbitrarios de mi intuición, siempre que le eché leña al fuego, a algún lado llegué.

Voy en busca de otra cosa, de la otra cara de la moneda. La única medición que tengo en cuenta es la de mi cuerpo. Durante años practiqué afinarlo para que cuando llegara el momento pudiera tocar las cuerdas y que al hacerlo, sonara una canción que supiera señalarme: “este camino sí, este no”. Y eso es lo que estoy haciendo: sigo esa música que es tan propia que no puedo explicarla cuando me preguntan qué es lo que voy a hacer en Europa. No tengo idea, loco. Elijo arreglármelas con las direcciones a las que me apunta la brújula que tengo en el estómago. Y hoy, más que señalarme que es allá, me está gritando que no es acá. No es en casa.

No importa el dónde. Importa decir , importa decir chau e importa seguir ese pulso propio. Tengo la confianza ilusa de que es a partir de ahí, en la búsqueda insaciable y caprichosa del asombro, donde las cosas se van a ir dando por sí solas. Idea no tengo, pero por suerte es así, porque sobre esa base vacía puedo construir mi propio tetris. Mío. Es la única forma en la que sé hacerlo.

“El veinteañero: en construcción”. ©

“La intuición son conocimientos que no recordamos. En algunos casos pueden ser cosas que aprendimos de niño y que hemos olvidado. También son cosas que percibimos y aprendemos sin darnos cuenta. Para algunos es la sabiduría natural. Muchas veces cuando hacemos algo sabemos que está bien así y no podemos explicar el porqué, pero nos satisface el resultado: eso es la intuición” dice Juanjo Sáez en su libro: El Arte: Conversaciones con mi Madre. Muy recomendado.

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